Juan Bautista, un indio de estirpe ranquelina
de 48 años, se alistó como lo hicieron otros bajo el mando del Capitán de
milicias y terrateniente Tomás Baras de San Luis, para viajar a Buenos Aires y
sumarse al primigenio regimiento.
Baras, que había estado al servicio de los
españoles lo que lo hizo inmensamente rico convirtiéndose en un hacendado
poderoso de la zona, logró sumar a unos 118 peones de sus campos para que
formaran parte del cuerpo de granaderos de San Martín. La mayoría de estos
paisanos eran oriundos de Renca, donde el latifundista tenía la mayor cantidad
de campos. Tal vez de allí venga la confusión sobre el lugar de nacimiento de
Baigorria, que, según historiadores locales y hasta devotos admiradores del
puntano indican esta ciudad como sitio de su natalicio. En sí, biógrafos de
Baigorria de San Luis ubican a El Chorrillo, un paraje que quedaba en lo que
hoy es la capital de la provincia, el sitio donde en una fecha incierta de
1764, Juan Bautista Baigorria llegaba a la vida. Lo que sí se sabe es que era
de madre ranquel y padre criollo, era hijo de Antonio Baigorria y de Prudencia
Aricó Páez
Volviendo a los 118 indios y criollos,
trabajadores de los campos de Baras, el profesor Manuel Ybáñez para el programa
televisivo de San Luis llamado ‘Puntanos Ilustres’ recuerda que “partieron con
él a Buenos Aires el 24 de agosto de 1812 desde lo que hoy es el centro de la
capital sanluiseña, llegando 111 al cuartel de Retiro, donde se concentraban
los granadero a caballo el 14 de septiembre de ese año. 7 de los paisanos
desertaron de la travesía”.
Es tan débil la presencia de Baigorria y su
paso por el regimiento que se sabe que a los 10 días de su llegada y del
extenso adiestramiento, el futuro héroe fue hospitalizado por 54 días en el
Hospital de la Residencia, que era administrado por la Orden de Belén. Tampoco
se tienen datos sobre la dolencia, pero sí que en su estadía en el hospital
conoció a Juan Bautista Cabral quien también estaba internado.
Baigorria, ranquel, brillante jinete, hombre
de pocas palabras, valiente y de buena fe encajaba justo en el perfil que San
Martín quería para su tropa. Característica de cada uno de los granaderos que
fueron alistados y que procedían de pueblos originarios.
Tal vez cómo preludio a lo que será una vida
de casi anónima hasta la hazaña de salvar la vida del padre de la patria y la
ingratitud de la historia sobre este hecho, Baigorria aparece en pocos
registros. Inclusive no aparece en su legajo sobre su presencia en el “Combate
de San Lorenzo”, lo que si está documentado por testigos de la escaramuza como
el cura párroco del convento San Carlos, Julián Navarro y del comerciante
escocés al servicio de la corona británica John Robertson Parish, que
supuestamente estaba de paso por la Villa del Rosario de viaje a Paraguay y que
José de San Martín lo invitara a presenciar el combate.
Pero de seguro lo más elocuente es el olvido
histórico del rol de Baigorria al describir el momento en que el fuego de
metralla del enemigo mata el caballo que montaba el coronel San Martín
apretándole la pierna izquierda contra el suelo, viéndose imposibilitado para
defenderse.
Es dable recordar que un miliciano uruguayo,
de apellido Almada, advierte que el jefe del enemigo está en el suelo y
enseguida se da cuenta que no puede oponer resistencia. El realista no va a
perder esta oportunidad de causar la muerte del hombre que comanda el
Regimiento de Granaderos. En medio del fragor del combate Almada se baja de su
caballo y se le acerca al caído con la intención de clavar su bayoneta en el
pecho del Teniente Coronel San Martín, que se debate en tierra bajo el peso de
su caballo muerto.
José de San Martín observa que el soldado
enemigo viene sobre él levantando la hoja de su bayoneta para bajarla de un
solo golpe en el pecho. San Martín tuerce el cuerpo hacia la derecha y el
bayonetazo le corta la cara. Esa es la herida en el rostro la llevará durante
toda su vida.
En el momento que Almada se dispone a terminar
con la vida del Teniente Coronel San Martín, aplicándole un bayonetazo final,
Baigorria aparece en escena cabalgando a todo galope y con eficacia le asesta
un lanzazo, matando al realista al acto. No sabremos jamás que habrá pensado en
esa ráfaga fugaz de tiempo el ranquel de El Chorrillo, el indio de 48 años
ignorado del relato oficial. Quizás nunca tomó dimensión de su acto patriota,
americanista y heroico. No sólo había salvado a un hombre, a su jefe, sino que
dejó andar la historia de la patria naciente y de medio continente liberado por
José de San Martín, quien armaría un ejército para cruzar los Andes y liberar a
Chile, que se embarcaría con sus soldados desplazándose por el Pacífico y
causaría estragos en el centro medular de la fuerza realista en el Perú.
Esta acción épica permite entonces que un
grupo de granaderos desmonte raudamente y cubran al jefe caído, para protegerlo
parando con feroces estocadas a las bayonetas que intentan liquidarlo. El
correntino Juan Bautista Cabral pone pie en tierra y toma al Teniente Coronel
por debajo de los brazos para sacarlo del apriete del caballo inerte. Mientras
hacía este movimiento un balazo lo tumba impiadosa y letalmente. Pero el jefe
del Regimiento ya está de pie. Cabral siente que la vida lo abandona en el
campo de batalla. Allí pronunciaría las palabras que hasta el hastío hemos
aprendido en la escuela, “Muero contento, hemos batido al enemigo”.
Y el ostracismo una vez más cubrió a
Baigorria. Cabral fue subido al grado de sargento post morten, y se le ha hecho
canciones y relatos sobre su lanzado acto. Pero para el ranquelino, poco y
nada. Se dijo que había sido elevado al grado de sargento tras su arrojo, pero
no fue así. E incluso algunos escritores han aventurado que luego de salvarle
la vida, el libertador de medio continente le habría permitido llevar el
apellido compuesto, Baigorria y San Martín, pero esto último está totalmente
descartado.
Luego el rastro de Baigorria se hace intermitente. El legajo personal de Juan
Bautista Baigorria que se encuentra en el Ejército Argentino lleva el número
3685. Allí se cuenta su llegada al regimiento en 1812, su hospitalización a los
pocos días luego de arribar y como ya dijimos; no se relata la presencia de
Baigorria en San Lorenzo. En 1813, aparece como soldado del Regimiento de
Granaderos a Caballo, primer Escuadrón segunda Compañía. En marzo de ese año
surge en Lules (Tucumán) como carabinero. En abril y mayo continúa en Tucumán
como también en Junio y agosto. Luego aparece en Salta, durante octubre; en
Jujuy. En enero y febrero de 1815 en Humahuaca como carabinero. En mayo se
asomará en el cuartel general de Potosí y en junio y agosto como Banguardis en
Leñas.
Todo indica que Juan Bautista cruzó Los Andes
junto a San Martín en 1817, pues vuelve aparecer nombrado en la batalla de
Maipú (abril de 1818) esta vez por el Teniente Coronel Mariano Escalada (cuñado
de San Martin) para revistar en el Cuerpo de Cazadores a Caballo, un grupo de
élite dentro de los mismos granaderos y por esa razón no aparece en su legajo.
Luego sólo se sabe de él por perdidos relatos
familiares, algunos de dudosa veracidad. Un relato hecho en 1972 por una
bisnieta de Juan Bautista Baigorria a una radio de Venado Tuerto de nombre
María Julia, que por entonces tenía 83 años, contó que el granadero vivió hasta
los 96 años. La longevidad parece una constante en los Baigorria, porque otros
familiares directos también fallecieron muy ancianos, y hasta hay casos de
parientes del héroe que atravesaron la centuria.
En cuestión María Julia contó a la emisora de
Santa Fe que su padre, Santos Baigorria, nieto del granadero, lo recordaba como
un hombre recto y respetuoso. Al volver de las batallas, con fecha incierta
obvio, compró unas parcelas de tierras en un paraje conocido como Bañado de
Pajas en la provincia de Córdoba. Allí se dedicó a la artesanía de cuero que
vendía recorriendo otros poblados con un carro. Pero estos datos son más
imprecisos que los anteriores.
En fin la vida del ranquel Baigorria, su
pasión y valor queda en la nebulosa. De la misma forma que miles y miles de valientes
paisanos que han logrado los avances colectivos de una sociedad, en la búsqueda
incansable de la igualdad.
Ramiro Gorriz (gorrizramiro8@gmail.com)
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